Jorge Enrique Murillo Palacios: Una vida en el manglar
Una vida en el manglar
Jorge Enrique Murillo Palacios de 52 años, nació en Tribugá. Su padre desde muy pequeño le enseñó el arte de pescar. “Todo lo que él hacía era en el tema de los manglares y pescar en los manglares con chinchorro.
Hace muchos años he venido desarrollando esa actividad” relata este hombre que de la pesca hizo su vida.
“Un día de faena uno se levanta a la cinco de la mañana, busca su carnada y sale a pescar” Cuenta Preferiblemente se sale a pescar con una o dos personas, porque si se sale solo no se tiene con quien hablar, mientras que cuando uno sale con los compañeros, cuando está jalando pescao, a uno no le da ni hambre ni sueño, la emoción lo mantiene con una adrenalina alta, que uno se ríe bastante en la faena porque a uno le está yendo bien. Y empiezan a salir los chistes de mujeres, de la juventud, que uno hasta se cansa de reír” comenta mientras dibuja sonrisas en el horizonte.
“No se me olvida la primera vez que mi padre me llevó al manglar y nos tocó amanecernos allá y se vino un aguacero tan duro, y nos fuimos a las ocho de la noche y llegamos a las seis de la mañana, cogimos buen pescado pero no pudimos traer mucho porque el estero se nos creció. Una vez a la una a.m., escuchamos una voz en el manglar, muy duro que decía ¡Absalóóóóóón! Y retumbaba como un eco.
En el manglar usted escucha voces, escucha risas, escucha que alguien anda pero no ve a nadie.
Ahí hay unos mitos muy fuertes”.
Además de ser pescador, tiene su parcela; siembra, es agricultor. “Soy un hombre desplazado por el conflicto armado” afirma, hoy está en Nuquí donde se siente tranquilo.
“Lo más importante es que yo siento que al pescador sí se le está tratando de ayudar” expresa este hombre que ha pasado toda su vida entre la pesca y los misterios del manglar.
Fotografía: Andrés Mosquera
Texto: Norma Londoño